IDRIES SHAH

Idries Shah
LA FRUTA DEL CIELO

Había una vez una mujer que había oído hablar de la Fruta del Cielo y la codiciaba. Entonces le preguntó a cierto derviche, a quien llamaremos Sabar:

"¿Cómo puedo encontrar esta fruta, para conseguir el conocimiento de forma inmediata?"

"Harías mejor en estudiar conmigo", dijo el derviche. "Si no lo haces, tendrás que viajar con determinación y sin descanso por todo el mundo."

La mujer lo abandonó y buscó a otro derviche, Arif el Sabio; y después encontró a Hakim, el Docto; luego a Majzub, el Loco; más tarde, a Alim, el Científico, y muchos más...

Pasó treinta años buscando, al cabo de los cuales llegó a un jardín. Allí se encontraba el Árbol del Cielo, de cuyas ramas pendía la resplandeciente Fruta del Cielo.

De pie junto al Árbol estaba Sabar, el primer derviche.

"¿Por qué cuando nos encontramos por primera vez no me dijiste que tú eras el Guardián de la Fruta del Cielo?", le preguntó.

"Porque en aquel momento no me habrías creído. Además, el Árbol sólo produce fruta una vez cada treinta años y treinta días."

LA VACA

Había una vez, hace mucho tiempo, una vaca. No había en el mundo entero un animal que diera regularmente tanta leche y de tan alta calidad.

La gente llegaba de todas partes para ver este prodigio. Los padres les hablaban a sus hijos de la dedicación con que la vaca realizaba la tarea que tenía encomendada. Los ministros de la religión exhortaban a sus rebaños a que la emularan a su manera. Los funcionarios del gobierno se referían a ella como modelo de comportamiento adecuado, y planeaban y pensaban cómo podría aplicarse en la comunidad humana. Todo el mundo, en suma, podía beneficiarse de la existencia de este maravilloso animal.

Sin embargo, la mayoría de la gente, absorbida como estaba por las obvias virtudes de la vaca, no consiguió observar una de sus características. La vaca tenía la siguiente costumbre: en cuanto se llenaba un cubo con su inmejorable leche, le pegaba una coz.


AJMAL HUSSEIN Y LOS ERUDITOS


El sufí Ajmal Hussein recibía continuamente las críticas de los eruditos, que temían que su reputación eclipsara la de ellos. No escatimaron esfuerzos para sembrar la duda sobre su conocimiento, para acusarle de refugiarse de sus críticas en el misticismo, y hasta para insinuar que era culpable de haber realizado prácticas vergonzosas.

Por fin, Ajmal dijo:

"Si contesto a mis críticos, aprovechan la ocasión para lanzarme nuevas acusaciones, que la gente cree porque les divierte dar crédito a ese tipo de cosas. Si no les contesto, alardean y se pavonean de ello, y todos piensan que son auténticos eruditos. Se creen que nosotros los sufíes somos contrarios a la erudición, y no es así. Pero nuestra verdadero existencia es una amenaza para la pretendida erudición de esos enanos ruidosos. La erudición desapareció hace mucho tiempo. A lo que ahora tenemos que enfrentarnos es a una erudición falsa."

Los eruditos chillaron más fuerte que nunca. Al fin, Ajmal dijo:

"La discusión no es tan efectiva como la demostración. Voy a daros una idea de cómo son estas personas."

Solicitó a los eruditos unos "cuestionarios" para que pudieran evaluar su conocimiento y sus ideas. Cincuenta profesores y académicos le enviaron los cuestionarios, y Ajmal los contestó todos de forma diferente. Cuando los eruditos se reunieron para hablar de estos cuestionarios, había tantas versiones distintas que todos pensaban haber puesto al descubierto a Ajmal y se negaban a abandonar sus tesis a favor de las de los demás. El resultado fue la célebre "trifulca de los eruditos". Durante cinco días se atacaron los unos a los otros con saña.

"Esto", dijo Ajmal, "es una demostración. Lo que más le importa a cada uno es su propia opinión y su propia interpretación. No les preocupa nada la verdad. Lo mismo hacen con las enseñanzas de todos. Cuando están vivos, les atormentan. Cuando se mueren, se hacen especialistas en su obra. Sin embargo, el único motor de su actividad es rivalizar unos con otros y enfrentarse a todo el que no pertenezca a su misma clase. ¿Queréis convertiros en uno de ellos? Decididlo pronto."


LOS DOS LADOS


Así fue cómo los hábitos teñidos de dos colores de los derviches, empleados con fines didácticos, y con el tiempo imitados con un uso meramente decorativo, se introdujeron en España en la Edad Media:

Un cierto rey de los francos, amante de la pompa, se vanagloriaba de su dominio de la filosofía. Le pidió a un sufí conocido como "El Agarin" que le instruyera en la Elevada Sabiduría. El Agarin dijo:

"Te ofrecemos observación y reflexión, pero primero tienes que aprender cómo aumentarlas."

"Ya sabemos cómo aumentar nuestra atención porque hemos estudiado todos los pasos preliminares hacia la sabiduría de acuerdo con nuestra propia tradición", dijo el rey.

"Muy bien", repuso Agarin, "le haremos a Vuestra Majestad una demostración de nuestra enseñanza en un desfile que debe celebrarse mañana".

Se dieron las órdenes necesarias y, al día siguiente, los derviches del ribat (centro de enseñanza) de Agarin desfilaron por las estrechas calles de aquella ciudad andaluza. El rey y sus cortesanos se agrupaban a ambos lados del itinerario: los nobles a la derecha y los caballeros a la izquierda.

Cuando terminó la procesión, el Agarin se volvió hacia el rey y dijo:

"Majestad, por favor, preguntad a vuestros caballeros, que están enfrente, cuáles eran los colores de la ropa de los derviches."

Todos los caballeros juraron sobre las escrituras y por su honor que los vestidos eran azules.

El rey y el resto de la corte se quedaron sorprendidos y confundidos, porque eso no era en absoluto lo que ellos habían visto. "Todos nosotros hemos visto con claridad que iban vestidos de marrón", dijo el rey, "y entre nosotros se encuentran hombres de gran santidad y fe y muy bien considerados".

Ordenó a todos sus caballeros que se dispusieran a un castigo y a la degradación.

Los que habían visto las ropas de color marrón se pusieron a un lado para ser premiados.

Después de esto, el rey le dijo al Agarin:

"¿Qué encanto has realizado, malvado? ¿Qué maldad es ésta que lleva a los caballeros más honorables de la cristiandad a faltar a la verdad, a abandonar su esperanza de redención y a dar unas muestras de poca confiabilidad que les hacen inservibles para la batalla?"

El sufí respondió:

"La mitad de las ropas que se veía desde vuestro lado era marrón. La otra mitad de cada vestido era azul. Sin preparación, tus expectativas hacen que tú mismo te engañes sobre nosotros. ¿Cómo podemos enseñarle nada a nadie en tales circunstancias?"


EL APEGO LLAMADO GRACIA


Un estudioso y devoto buscador de la verdad llegó a la tekkia de Bahaudin Naqshband.

Siguiendo la costumbre, asistió a las charlas y no planteó preguntas.

Cuando Bahaudin al final le dijo: "Pregúntame algo", este hombre manifestó:

"Shah, antes acudía a ti y estudiaba tal y cual filosofía bajo tal y cual aspecto. Atraído por tu reputación, viajé hasta tu tekkia.

"Al oír tus enseñanzas he quedado impresionado por lo que dices y deseo continuar estudiando contigo.

"Pero, como estoy tan agradecido y apegado a mis anteriores estudios y maestro, me gustaría que me explicaras su conexión con tu trabajo o que me hicieras olvidarlos, de manera que pudiera continuar sin una mente dividida."

Bahaudin dijo:

"No puedo hacer ninguna de las dos cosas. Lo que sí puedo hacer, no obstante, es informarte de que uno de los signos más seguros de la vanidad humana es estar apegado a una persona y a un credo, e imaginar que dicho apego proviene de una fuente superior. Si un hombre se obsesiona con los dulces, los llamaría divinos, si alguien se lo permitiera.

"Con esta información puedes aprender sabiduría. Sin ella, sólo puedes aprender el apego y llamarlo gracia."

"El hombre que necesita malumat (información), siempre supone que necesita maarofat (sabiduría).

Si realmente es un hombre de información, verá que la próxima cosa que necesita es sabiduría.

Si es un hombre de sabiduría, sólo entonces estará libre de la necesidad de información."


INDIVIDUALIDAD Y CUALIDADES


Yaqub, el hijo del juez, contaba que un día le había dicho Bahaudin Naqshband:

"Cuando estaba con Murshid de Tabriz, vi cómo éste solía hacer un gesto, cuando se encontraba en un estado de meditación especial, para que no se le dirigiera la palabra. Sin embargo, tú estás accesible para nosotros todo el tiempo. ¿Estoy en lo cierto si deduzco que esta diferencia se debe a que tu capacidad de desapego es indudablemente mayor, siendo una capacidad que dominas en vez de ser pasajera?"

Bahaudin le respondió:

"No, tú siempre estás buscando comparaciones entre las personas y los estados. Siempre estás buscando pruebas y diferencias, cuando no te dedicas a buscar semejanzas. No hay muchas explicaciones que dar acerca de una cuestión que se escapa a esas mediciones. Cuando hablamos de sabios, distintas maneras de comportarse deben considerarse debidas a diferencias de su individualidad, no en sus cualidades."


EL TALISMÁN


Se cuenta que un faquir que quería aprender sin esfuerzo, abandonó después de un tiempo el círculo del sheikh* Shah Gwath Shattar. Cuando Shattar se estaba despidiendo de él, el faquir dijo:

"¡Tienes fama de poder enseñar toda la sabiduría en un abrir y cerrar de ojos y, sin embargo, pretendes que yo pase mucho tiempo contigo!"

"Todavía no has aprendido a aprender cómo aprender; pero descubrirás lo que quiero decir", dijo el sufí.

Aunque el faquir había anunciado su marcha, se deslizaba a hurtadillas en la tekkia todas las noches para escuchar lo que decía el sheik. No mucho tiempo después, una noche, vio cómo Shah Gwath sacaba una joya de un cofre de metal tallado. Sostuvo la joya sobre las cabezas de sus discípulos diciendo: "Éste es el receptáculo de mi conocimiento, y no es otro que el Talismán de la Iluminación."

"Así que éste es el secreto del poder del sheikh", pensó el faquir.

Avanzada la noche, entró en la sala de meditación y robó el talismán. Pero en sus manos la joya, por mucho que lo intentó, no producía ni poder ni secretos. Se llevó una amarga decepción.

Se estableció como maestro y consiguió discípulos. Con la ayuda del talismán, intentó una y otra vez iluminarse a sí mismo y a sus discípulos, pero sin resultado alguno.

Un día estaba sentado en su santuario, después de que sus discípulos se hubieran acostado, concentrado en sus problemas, cuando Shattar apareació ante él.

"¡Oh, faquir!", dijo Shah Gwath, "siempre puedes robar algo, pero no siempre puedes conseguir que funcione. Podrás robar incluso el conocimiento, pero tal vez te resulte inútil, como le pasó al ladrón que robó la cuchilla del barbero, que estaba fabricada con el conocimiento del forjador, pero que carecía del conocimiento del barbero. El ladrón se estableció como barbero y murió en la miseria porque no fue capaz de afeitar ni una barba, pero, sin embargo, sí cortó varias gargantas."

"Pero yo tengo el talismán, y tú no", dio el faquir.

"Sí, tú tienes el talilsmán, pero yo soy Shattar", dijo el sufí. "Yo, con mis facultades, puedo hacer otro talismán. Tú, con el talismán, no puedes convertirte en Shattar."

"¿Entonces, por qué has venido?, ¿sólo para torturarme?", gritó el faquir.

"Vengo para decirte que si no hubieras sido tan ingenuo como para pensar que tener una cosa es lo mismo que poder ser transformado por ella, habrías estado preparado para aprender cómo aprender."

Pero el faquir pensó que el sufí sólo estaba tratando de recuperar su talismán, y como no estaba preparado para aprender cómo aprender, decidió continuar con sus experimentos.

Sus discípulos continuaron haciéndolo: y sus seguidores, y los seguidores de sus seguidores. De hecho, los rituales que se originaron en sus incansables experimentaciones, constituyen hoy en día la esencia de su religión. Nadie podría imaginar, tan santificadas están por el tiempo estas prácticas, que su origen se encuentra en los hechos que acabamos de relatar.

A los ancianos practicantes de esta fe, además se les tiene por tan venerables e infalibles, que estas creencias nunca morirán.

* Aunque este término puede traducirse literalmente como jeque, por tener dicha palabra una connotación de jefe de tribu o clan, como a lo largo del libro "sheik" se refiere a "guía espiritual", hemos preferido dejar el término original. (N. del T.)



EL ÍDOLO DEL REY LOCO


Había una vez un rey violento, ignorante e idólatra. Un día juró que si su ídolo personal le concedía cierto beneficio, él apresaría a las primeras tres personas que pasaran por su castillo y las obligaría a consagrarse al culto del ídolo.

Naturalmente, el deseo del rey se cumplió, y enseguida envió a unos soldados a la carretera para que le llevaran a las tres primeras personas que encontraran.

Las tres personas fueron un erudito, un Sayed (descendiente de Mahoma el Profeta) y una prostituta.

Cuando los arrojaron a los pies del ídolo, el rey trastornado les contó su voto y les ordenó que se doblegaran ante la imagen.

El erudito dijo:

"Esta situación cae, sin duda, dentro de la doctrina de "fuerza mayor". Hay numerosos precedentes que permiten que uno parezca estar de acuerdo con una costumbre si se le obliga, sin que exista en modo alguno una culpabilidad real de tipo legal o moral."

Así que le hizo una profunda reverencia al ídolo.

El Sayed, cuando llegó su turno, dijo:

"Como persona especialmente protegida, por cuyas venas corre la sangre del Santo Profeta, mis propias acciones purifican todo lo que haga, y por tanto nada impide que actúe como me pide este hombre."

Y se inclinó ante el ídolo.

La prostituta dijo:

"¡Ay de mí!, yo no tengo ni formación intelectual ni prerrogativas especiales, y por ese me temo que, me hagas lo que me hagas, no puedo adorar a este ídolo, ni siguiera de forma fingida."

Antes esta respuesta, la enfermedad del rey loco desapareció súbitamente. Como por arte de magia se dio cuenta del engaño de los dos adoradores de la imagen. Mandó decapitar al erudito y al Saya y liberó a la prostituta.

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