MEHER BABA

Un día Meher Baba preguntó a sus "mandalies", lo siguiente:
- Por qué la gente se grita cuando estan enojados?.

Los hombres pensaron unos momentos…
- Porque perdemos la calma. -Dijo uno. -Por eso gritamos.
- Pero… por qué gritar cuando la otra persona esta a tu lado?. Preguntó Meher
Baba. -No es posible hablarle en voz baja?.
- Por qué gritas a una persona cuando estas enojado?.
Los hombres dieron algunas otras respuestas, pero ninguna de ellas satisfacia a
Meher Baba.
Finalmente él explicó:
- Cuando dos personas estan enojadas, sus corazones se alejan mucho, para
cubrir esa distancia deben gritar, para poder esucharse, mientras más enojados
estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno a otro a través de esa
gran distancia.
Luego Meher Baba preguntó:
- Que sucede cuando dos personas se enamoran?.
- Ellos no se gritan sino que se hablan suavemente, por qué?.
- Sus corazones están muy cerca.
- La distancia entre ellos es muy pequeña.
Meher Baba continuó.
- Cuando se enamoran más aún… Qué sucede?.
- No hablan, sólo susurran y se vuelven aún más cerca en su amor.
- Finalmente no necesitan siquiera susurrar, sólo se miran y eso es todo.
- Asi es cuán cerca están dos personas cuando se aman.
Luego Meher Baba dijo:
- Cuando discutan no dejen que sus corazones se alejen, no digan palabras que
los distancien más, llegará un dia en que la distancia sea tanta, que no
encontrarán más el camino de regreso.

SER, TENER, FINGIR

"Ya viví lo suficiente para presenciar tres períodos distintos en el comportamiento de las personas.
El primero lo viví en la infancia, cuando aprendí de mis padres que era preciso ser.
Ser honesto, ser educado, ser digno, ser respetuoso, ser amigo, ser leal.
Algunas décadas más tarde, fui testigo de la fase del tener.
Era preciso tener.
Tener buena apariencia, tener dinero, tener status, tener cosas, tener y tener…
En la actualidad, estoy presenciando la fase del “fingir”.
Analizando Este punto de vista, llegaremos a la conclusión de que hoy, muchas personas fingen que todo está bien.
Padres fingen que educan, profesores fingen que enseñan, alumnos fingen que aprenden, profesionales fingen que son competentes, gobernantes fingen que se preocupan con el pueblo y hay pueblos que fingen que lo creen.
Personas fingen que son honestas, líderes religiosos que se hacen pasar por representantes de Dios y fieles que fingen que tienen fe.
Enfermos fingen que tienen salud, maleantes fingen que son dignos y la justicia finge que es imparcial.
Traficantes se hacen pasar por ciudadanos de bien y consumidores de drogas fingen que no contribuyen con ese mercado del crimen.
Padres que fingen que no saben que sus hijos usan drogas, que se prostituyen, que se están matando poco a poco e hijos que fingen que no saben que sus padres saben.
Corruptos se hacen pasar por idealistas y terroristas fingen que son justicieros.
Y la mayoría de la población hace de finge que todo está bien.
Pero una cosa es segura:
No podemos fingir cuando nos miramos en el espejo de la propia conciencia.
Podemos inclusive encontrar disculpas para explicar nuestros “fingir”, pero no los justificamos.
Es importante resaltar, sin embargo, que esa representación de cada día, ese “fingir” causa perjuicios para aquellos que echan mano de este tipo de comportamiento.
La persona que actúa así termina confundiéndose a si misma y cayendo en un vacío, pues ni ella misma sabe de hecho quien es y acaba traicionándose en algún momento.
Y esto es extremadamente extenuante y desgastante.
Raras personas son realmente auténticas.
Por eso se destacan en los ambientes en que se mueven.

Son aquellas que no representan, apenas son lo que son, sin fingir.
Son profesionales éticos y competentes, amigos leales, padres celosos en la educación de sus hijos, políticos honestos, religiosos fieles a las enseñanzas que imparten.
Son, en fin, personas no complicadas, de actitudes simples, pero coherentes y, sobre todo, fieles consigo mismas.
La persona que vive de apariencias o finge ser quien no es, corre serios riesgos de caer en la depresión. Esto es perfectamente comprensible por la batalla que traba consigo misma y el desgaste para mantener una realidad falsa.
Si es fácil engañar a los demás, es imposible engañar a la propia conciencia.
Por todas esas razones, vale la pena ser quien se es, aunque eso no le agrade a los demás.
Al final, no es a los demás que rendiremos cuentas de nuestras acciones, sino a nuestra conciencia y a Dios.”

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